Tabla de contenidos [Mostrar]
La Procrastinación: Cuando Posponemos y Posponemos (y Qué Hay Detrás)
Si te soy honesto, yo también he procrastinado. Y no una ni dos veces… incontables veces a lo largo de mi vida. He pospuesto correos importantes, llamadas necesarias, ideas creativas, artículos como este, decisiones relevantes, incluso cosas que en el fondo me hacían ilusión empezar.
Y cada vez que lo hacía, una parte de mí se sentía mal, culpable: “¿Por qué no empiezo de una vez? ¿Por qué lo dejo siempre para después? ¿Qué me pasa? ¿Soy un flojo?”
Durante mucho tiempo me culpé duramente por eso. Pero un día, en medio de una de esas pausas eternas disfrazadas de excusas y distracciones, entendí algo crucial: procrastinar no es simplemente flojera o falta de voluntad. A menudo, es una señal. Un mensaje interno complejo que necesita ser escuchado y comprendido, no solo juzgado.
¿Qué Es Realmente la Procrastinación?
La procrastinación es ese hábito (muy humano, por cierto) de posponer tareas o decisiones importantes, optando por realizar otras actividades menos relevantes o más placenteras en el corto plazo, aunque sepamos que a largo plazo esa evitación nos traerá problemas, ansiedad, estrés o frustración.
Pero lo curioso es que muchas veces no procrastinamos por pura pereza, sino por razones más profundas:
- Miedo a fracasar o a no estar a la altura de las expectativas (propias o ajenas).
- Dudas sobre nuestra capacidad para realizar la tarea bien.
- Perfeccionismo excesivo que nos paraliza ("Si no puedo hacerlo perfecto, mejor no lo hago").
- Falta de motivación real o conexión con el propósito de la tarea.
- Cansancio emocional o agotamiento mental (burnout).
- Sensación de estar desbordados por la magnitud de la tarea o por tener demasiadas cosas a la vez.
- Miedo al éxito y a lo que implicaría (más responsabilidad, exposición, etc.).
Y entonces nuestro sistema nervioso, en su sabiduría instintiva, busca desconectar o evitar la fuente de estrés… aunque nuestra mente consciente lo juzgue como pereza o irresponsabilidad.
Lo Que Aprendí de Mis Propios Aplazamientos
Hubo un tiempo en que me exigía muchísimo a mí mismo. Quería hacerlo todo, y todo perfectamente bien, sin errores, sin pausas, sin descanso real. Y claro… mi mente iba a mil por hora planificando, pero mi cuerpo y mi energía empezaban a frenarse, a resistirse.
Postergaba tareas no porque no quisiera hacerlas en el fondo, sino porque me estaba olvidando de cuidarme a mí mismo en el proceso. Estaba desconectado de mis límites, de mis necesidades reales.
Y ahí lo entendí mejor: procrastinar, a veces, es una forma inconsciente de protección. No es que no quieras hacerlo… es que quizás no puedes ahora mismo de la forma en que te lo exiges. O no sabes por dónde empezar porque la tarea te abruma. O no estás conectado con el propósito real y profundo de eso que estás evitando.
¿Qué Me Ayuda Cuando Me Encuentro Procrastinando?
Te comparto algunas estrategias que a mí me funcionan (y créeme, las sigo usando más veces de las que me gustaría admitir):
- Preguntarme con honestidad y sin juicio: “¿Por qué estoy evitando esto realmente?” A veces la respuesta es miedo. Otras perfeccionismo. Otras es que la tarea no tiene sentido para mí en este momento. Identificar la raíz ayuda mucho.
- Dividir la tarea en pasos ridículamente pequeños: El “todo” abruma y paraliza. El “primer pasito” o el “siguiente paso” se vuelven mucho más posibles y menos amenazantes.
- Acordar conmigo mismo un mínimo de tiempo o esfuerzo: “Voy a dedicarle solo 10 minutos y si después quiero parar, paro”. Y curiosamente, muchas veces, al romper la inercia inicial… sigo un poco más.
- Quitarle peso emocional y perfeccionista a la tarea: No todo tiene que salir perfecto a la primera. A veces, "hecho" es mejor que "perfecto". Ya habrá tiempo de mejorar o revisar después.
- Ser compasivo conmigo mismo en el proceso: No me castigo ni me insulto por procrastinar. Intento entenderme, abrazar mi humanidad, y luego, con más calma, retomar la tarea.
No Necesitas Motivación Eterna, Solo un Primer Paso Consciente
Ese fue otro descubrimiento importante para mí: no necesitas sentirte completamente motivado, inspirado y lleno de energía para empezar. A veces, solo necesitas dar el primer paso… aunque sea pequeño, aunque sea torpe, aunque sea con dudas. Porque el movimiento genera energía. Y la energía, poco a poco, puede despertar el deseo de continuar.
Procrastinar no te hace débil, ni defectuoso, ni un caso perdido.
Te hace humano.
Y muchas veces, es solo una señal de que necesitas parar un momento, ajustar el enfoque, respirar, simplificar la tarea o reconectar con lo que realmente quieres y por qué lo quieres.
No te castigues por postergar. Escúchate con curiosidad. Abrázate con compasión.
Y luego, con cariño y sin prisa autoimpuesta… vuelve a intentarlo, paso a paso.
Gracias por darte tiempo y permiso.
Gracias por no rendirte contigo mismo, incluso cuando tardas en arrancar.
Gracias por recordarte que tú también mereces avanzar… a tu propio ritmo y manera.
— Martín, fundador de Sentir Vital