Tabla de contenidos [Mostrar]
El Miedo: Ese Viejo Compañero Que También Quiere Protegerte
A veces creemos que el miedo es el enemigo número uno. Que hay que eliminarlo a toda costa, ignorarlo, silenciarlo. Durante mucho tiempo yo también lo vi así. Lo viví como una barrera infranqueable. Como un freno de mano constante. Como una voz molesta que venía a estorbar mis planes y sueños.
Pero con los años, y con muchas conversaciones internas (de esas que uno no siempre cuenta en voz alta), entendí algo profundo y transformador: el miedo, en su origen, no viene a paralizarte gratuitamente, viene a protegerte. Solo que a veces, lo hace con demasiada intensidad, generalizando peligros o basándose en heridas pasadas.
¿Qué Es Realmente el Miedo?
El miedo es una emoción básica, instintiva y universal. No es un signo de debilidad. No es sinónimo de cobardía. Es, fundamentalmente, una alerta. Un aviso. Una señal biológica y psicológica que dice: “¡Cuidado, puede haber un peligro real o percibido aquí!”.
El problema no es sentir miedo. Sentir miedo es humano y, en muchas ocasiones, adaptativo.
El verdadero problema surge cuando vivimos permanentemente desde él. Cuando dejamos que tome el volante de nuestra vida, que dicte todas nuestras decisiones, que nos encierre en una zona de confort que, aunque segura, a menudo se siente vacía y limitada.
Mis Miedos y Yo: Una Relación en Construcción Continua
No voy a mentirte: yo también tengo mis miedos. Miedo a fallar en algo importante. Miedo a no estar a la altura de las expectativas (propias o ajenas). Miedo a que me duela algo que ya dolió mucho antes. Miedo a la incertidumbre.
Y muchas veces he sentido que esos miedos me frenaban, que me quitaban oportunidades valiosas, que me dejaban sintiéndome pequeño en lugares donde anhelaba expresarme con grandeza.
Pero hoy intento escucharlos distinto. Hoy, cuando el miedo aparece, ya no lo empujo automáticamente ni me peleo con él. Intento hacerle un espacio. Mirarlo con curiosidad. Preguntarle (a veces literalmente): ¿Qué necesitas? ¿De qué me estás queriendo proteger realmente?
A veces, detrás de ese miedo encuentro una necesidad legítima de cuidado, de preparación o de establecer límites. Otras veces, descubro una herida antigua que aún no terminó de sanar y que se proyecta en el presente.
Y al escucharlo con respeto, a menudo, el miedo se calma, se relativiza, pierde parte de su poder paralizante.
¿Qué Podemos Hacer Constructivamente con el Miedo?
Aquí te comparto algunas estrategias que a mí me sirven en mi día a día. Tal vez te ayuden también a ti a navegar tus propios miedos:
- Reconócelo sin vergüenza: Decir "tengo miedo" es un acto de valentía y honestidad. Todos sentimos miedo. Hablarlo ya es empezar a quitarle poder oculto.
- Pregúntate de dónde viene: ¿Es un miedo basado en una amenaza real y presente, o es una proyección del pasado, una creencia limitante, o incluso un miedo heredado? Discernir su origen ayuda.
- Cuida tu lenguaje interno: No te identifiques con el miedo. No digas “soy un miedoso/a”, di “hoy estoy sintiendo miedo”. Porque tú no eres tu emoción; la estás experimentando.
- No te paralices (si es posible): Da un paso pequeño, aunque sea diminuto, en la dirección deseada. A veces, la valentía no es la ausencia de miedo, sino actuar a pesar de él.
- Rodéate de personas que te impulsen con realismo: Busca apoyo en quienes creen en ti, te animan a crecer y te ayudan a ver tus fortalezas, no solo tus miedos.
El Miedo Como Maestro Inesperado
Hoy ya no veo al miedo exclusivamente como un enemigo a batir, sino como un mensajero que, aunque a veces incómodo y ruidoso, viene a decirme algo importante sobre mí o sobre la situación.
A veces viene a cuidar mi integridad. A veces viene a avisar de un riesgo real. Y otras muchas veces, viene a mostrarme precisamente el camino que más me va a hacer crecer… porque justamente es el que me da miedo tomar.
Donde hay miedo, suele haber algo que nos importa profundamente.
El miedo no se elimina por completo (¡y qué bueno, porque nos protege!).
Se comprende. Se abraza con compasión. Se atraviesa con consciencia. Se trasciende con pequeños actos de coraje.
Y cuando lo haces, descubres que no venía necesariamente a hundirte.
Venía, quizás, a mostrarte dónde está tu siguiente paso de crecimiento personal.
Gracias por estar aquí.
Gracias por leerme incluso cuando el tema toca fibras profundas y sensibles.
Gracias por atreverte, con miedo y todo… a vivir.
— Martín, fundador de Sentir Vital